Fue en 2004 y cómo han cambiado las ciudades desde el 11M. Y vimos como nuestro modelo de convivencia de desmoronaba lentamente, durante un breve espacio de tiempo nos sorprendimos de que nuestras ciudades no eran seguras. Todo el mundo era sospechoso.
En el 2001 nos atacaron en altura, el 11 de septiembre cayeron cruelmente las torres gemelas de Nueva York. Nos preocupaba la seguridad de los edificios, pensando que era imposible de garantizar que no se produciría otra desgracia similar. Y murieron muchas personas.
En ese momento la altura se convirtió en un problema, paralizándose a nivel mundial la construcción de rascacielos hasta que se consiguiera mantener la tranquilidad.
Pero un día como hoy nos atacaron en el subsuelo, en las comunicaciones, en los desplazamientos masivos. Y murieron muchas personas.
Y sufrimos nuevamente el síndrome de la falta de seguridad, evitando el transporte público colectivo porque se presumía como blancos fáciles de los terroristas. También se consiguió superar.
Posteriormente vino Londres, Barcelona… y en cada caso hemos puesto en duda nuestros planteamientos arquitectónicos y urbanísticos como si fuesen parte del problema de los diferentes atentados terroristas que hemos sufrido mundialmente.
Pero no somos parte del problema. Tras Barcelona nuestras ciudades se han llenado de grandes bloques de hormigón que impiden la circulación violenta de vehículos suicidas. Y ya no nos extrañamos de verlos como parte normal y cotidiano del mobiliario urbano. Es más, casi que nos gusta verlos porque nos da la sensación de seguridad y protección.
Este cambio social en la seguridad, y la continua amenaza de atentados, han hecho que nuestros modelos de ciudad cambien y evolucionen de tal manera, que ya no nos sorprende. Las grandes aglomeraciones tienen un cinturón de seguridad urbano que los protege. Los edificios públicos no permiten el estacionamiento en los límites de sus fachadas. Las grandes avenidas están interrumpidas por bloques de hormigón.
Y todo esto ya forma parte del ADN urbano del siglo XXI, aunque la verdadera amenaza siga estando ahí.
Cómo han cambiado las ciudades desde el 11M
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