Si utilizamos las matemáticas para analizar cómo consumimos la ciudad, seguro que nos llevamos una gran sorpresa; debido a la falta numérica en nuestro día a día.
Es por eso que para este experimento vamos a decir que vivimos en un piso de 100 m2. Adicionalmente, posee una zona común de 2.000 m2 entre zonas verdes y piscina; aparte de un garaje por cada vivienda como marca la Ley. Compartimos este espacio con 29 viviendas más.
Definido nuestro sentido de la propiedad, encontramos que la gran parte de nuestra vida la reducimos a menos de 200 m2 de titularidad propia; y algo más de titularidad compartida. Pero lo que nunca nos planteamos es que el resto de la ciudad, las calles y plazas, los parques, las zonas deportivas… todo eso también es nuestro, también es de titularidad compartida.
Peatón y coche
Cuando se diseñan las ciudades, en las nuevas zonas se entiende, hay una serie de porcentajes que se destinan a otros usos que no son el de la vivienda. Ejemplo de ello son los colegios, centro de salud, edificios públicos; pero también en esos porcentajes están los espacios abiertos que son los parques y las calles.
Y estas calles son la prueba de que no sabemos utilizar nuestra titularidad compartida, ya que las dedicamos en mayoría al coche. Planteamos viales con dos o tres carriles de vehículos, más las dos franjas de aparcamientos de coches. Y nos movemos entre ellos de forma habitual, dándole el mejor espacio de la ciudad, el segundo que más consumimos después de nuestro propio espacio de hábitat.
Y esto es lo que debemos de empezar a cambiar. Debemos entender la ciudad de una forma mucho más amable de consumir, de disfrutar los espacios que nosotros mismo generamos, primando al peatón antes que al vehículo; para de esa manera poner a la Persona en el centro del desarrollo de la ciudad.